Esclavas Carmelitas

13 de abr de 20192 min.

Domingo de Ramos, 14 de Abril

Domingo de Ramos. Hoy da comienzo la semana que da sentido a nuestra fe, la razón de nuestra salvación. Para empezar esta Semana Santa y prepararnos para unos días en los que acompañar a Jesús en su calvario, desprendernos de todo lo material y humillarnos ante la cruz del Señor, tenemos que prestar atención al Evangelio de San Lucas que nos narra la Pasión de Jesús.

En ocasiones todos somos un poco como Herodes, dudamos de Dios y le pedimos que haga un milagro y colme nuestras necesidades o, mejor dicho, nuestros caprichos. Queremos un Dios a la carta. Otras como Pilatos, cobardes, dejándonos arrastrar por las opiniones de los demás, viviendo a los ojos del mundo en lugar de vivir a los ojos de Jesús. También somos esa multitud que le rechazamos y seguimos adelante dejándonos arrastrar por la comodidad y el egoísmo que habitan en nosotros, miramos a otro lado y hacemos como si Él no existiese porque no encaja con nuestros afanes.

Todo esto, llevó al mismísimo Dios a la Cruz, y Él, en lugar de echar algo en cara a nadie, aceptó su destino por puro amor. El amor más grande que jamás se haya visto y que se verá. El que solo Él nos puede ofrecer. Murió por nosotros queriéndonos hasta el extremo, incluso a aquellos que lo habían condenado: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Él siempre nos deja la puerta abierta a pesar de que lo crucifiquemos con nuestros pecados. Él nos sigue amando, porque nos conoce y somos fruto de su voluntad. Siempre nos da una oportunidad más y nos tiende la mano cada día para que le sigamos. Pero necesitamos de su ayuda, somos débiles. Por eso siempre es bueno pararse un momento y ver en qué crucificamos al Señor en cada día. Ser conscientes es el primer paso. El Evangelio de hoy es una invitación a reflexionar y a desprendernos de nosotros para ayudar a Dios a cargar con su cruz, a amar como Él nos amó porque ese, y no otro, es el camino. Que cada día, al caer de la noche nos arrodillemos ante Él y, como ese centurión romano, reconozcamos su reinado porque Él es el único justo.

Alejandro Rodríguez Peláez

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