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Foto del escritorEsclavas Carmelitas

La misericordia del Señor llena Vallecas


La verdad es que el fin de semana "más esperado del año" (como nos gusta mucho llamarlo) siempre empieza antes del viernes. Empieza cuando se sabe la fecha, y los Adoles hacen grupos de Whatsapp con la cuenta atrás en el título. Empieza cuando nos repartimos las tareas entre los jóvenes y, definitivamente, empieza cuando te comen las ganas de volver a pisar La Peña. Me atrevería a decir que Vallecas ha sido muy especial para todos este año 2016. Para los que llevamos yendo varios años, para los que iban por primera vez, para los que nos esperaban allí...

Cuando el viernes por la tarde montamos en el autobús podían olerse los nervios de los esperados reencuentros, y no pararon de oírse las voces y las risas, los "¿falta muchoooo?", y todas esas cosas típicas de un viaje en autobús, pero con una alegría especial. Es imposible no contagiarse de esa alegría de la que hablo cuando nos reunimos la Familia Nazaret.

Llegamos, y lo que quedaba de viernes fue más intenso que el resto del día: volver a ver a esos grandes amigos, el "Tu cara me suena", la oración de la noche, hacer mucho el monguer, mojarnos mucho con la lluvia, tardar mucho en dormirnos...


El sábado siempre es el plato fuerte de la convi, y este año no fue menos. Nos fuimos todos al Cottolengo, a sentir muy dentro la Misericordia que Dios nos tenía preparada. Nos fuimos a aprender a mirar y a sentirnos mirados con amor y con eso, con mucha misericordia. Allí tuvimos la oportunidad de escuchar el testimonio de dos amigas Italianas que nos hablaron de su comunidad, la Comunità Abramo (Comunidad Abraham), de su manera de evangelizar en las calles y su forma de vivir, y nos dieron unos testimonios preciosos sobre la gran misericordia que Dios había tenido con ellas. Gracias desde aquí si leéis esto, siempre es de agradecer que alguna hermana o hermano valientes nos de su testimonio, porque siempre aprendemos mucho unos de otros.

También tuvimos la gran oportunidad de acompañar en un ratito de su día a algunas de las chicas que forman parte de la familia del Cottolengo. Fue un momento intenso, y seguro que inolvidable para muchos, porque como nos decía la Madre Claudia "aquí recibes mucho más de lo que das", y por una hora que compartimos, nos llevamos con nosotros una experiencia grande de lo que Dios es capaz de hacer con nosotros, de todo el amor que podemos llevarnos y que podemos dar en tan poquito tiempo.

Hubo algunos (entre los que me cuento), que a penas pudimos compartir tiempo con las chicas, pero como tenemos muy interiorizado el "todo lo que hacéis, hacedlo con amor" (¿verdad que sí?), hablamos, paseamos, y jugamos al totem con mucho amor también, y luego (aquí ya hablaré por mí), cuando pensaba que había perdido la oportunidad de vivir de cerca la Misericordia por no haber podido hacer el voluntariado, una conversación y un par de gestos sencillos me recordaron que la Misericordia (volver a mi miseria y dejarme abrazar ahí, en lo pobre, por el infinito amor de Dios) llega a tocarte muy dentro cuando menos te lo esperas, donde menos te lo esperas, como menos te lo esperas... Pero llega, porque el Jefe tiene mucha para todos, y ese día descargó dosis a base de bien... salimos todos de allí con el corazón bien cargado, eso seguro.

Y la vigilia... Todos sabemos que las vigilias de la convi son alucinantes. No nos hace falta un espectáculo, ni violines ni nadie que nos baile... lo espectacular de la vigilia es que con palabras, un gesto sencillo y dos guitarras, se crea un ambiente de paz, de oración, de comunión y de familia que hace imposible el no encontrarse allí mismo con Jesús. Las lágrimas que inundaban el sábado los ojos de la mayoría son prueba patente de lo fuerte del momento. Simplemente hay que vivirlo y abandonarse al momento para sentir lo que sentimos allí, ¿o no?

Y tras dos días intensísimos, llega el domingo con sus formaciones, su misa con toda la parroquia de La Peña, su faranduleo al sol en mitad de la calle, sus fotos con cara de muertos, su limpiar y recoger, terminar de pasarse los whatsapps... Y las odiadas despedidas. "Nos vemos en el campa", "te espero en Ávila", "¡a ver cuándo venís pa'l sur!", y todas esas cosas que te dices con la pena de decir "hasta luego" a todas esas personas con las que has compartido el fin de semana (de seguro) más intenso del año, pero con la alegría de que te llevas lo vivido y que, seguro que dentro de poco os volvéis a ver en cualquier encuentro o en cualquier viaje.

Desde luego, esto es estupendo. Lo de esta Familia, digo. Lo de poder hacerlo todo con sencillez, con alegría y con humildad y, sobre todo con amor, con mucho amor, como en Nazaret.

Que el subidón de fe que nos ha dado este fin de semana no se nos acabe a los dos días, que ahora que tenemos las pilas de nuevo cargadas, no dejemos que las contrariedades nos quiten la energía, que ahora que tenemos reciente la calidez del amor que Dios nos tiene, no se nos enfríe con la rutina. Que sigamos viviendo en clave de Misericordia hoy, este año, y lo que nos queda.


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