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Fiesta de la Presentación del Señor, 2 de febrero

Foto del escritor: Esclavas CarmelitasEsclavas Carmelitas

El Evangelio de este domingo nos cuenta cómo José y María llevan a Jesús al templo para presentarlo a Dios, siguiendo la tradición de su pueblo. Allí encuentran a dos ancianos, Simeón y Ana, que habían esperado durante muchos años al Salvador. En cuanto ven al niño, reconocen que es el Mesías y se llenan de alegría. Simeón dice que ahora puede morir en paz porque ha visto la salvación de Dios, y Ana no deja de hablar de Jesús a todos los que esperan la redención.


Esta historia nos enseña varias cosas importantes. Primero, la paciencia y la confianza en Dios. Simeón y Ana esperaron toda su vida para ver al Salvador, pero nunca perdieron la fe. A veces nosotros queremos respuestas rápidas y nos desesperamos cuando las cosas no salen como queremos. Pero Dios tiene su propio tiempo, y aunque no siempre entendamos sus planes, debemos confiar en que Él sabe lo que hace.


También me gusta la imagen de Jesús como luz. Simeón dice que Él es “luz para alumbrar a las naciones”. En nuestra vida hay momentos oscuros: problemas, dudas, miedos… Pero Jesús está ahí para guiarnos. Su mensaje de amor y esperanza es como una lámpara en medio de la oscuridad. Si nos acercamos a Él con fe, siempre encontraremos una salida.


Por último, algo que me llama la atención es que María y José, aunque sabían que Jesús era el Hijo de Dios, cumplen con las tradiciones de su pueblo. Esto me recuerda que la fe no es solo algo personal, sino que también se vive en comunidad y con acciones concretas. No basta con decir que creemos en Dios; también debemos demostrarlo con nuestros actos, ayudando a los demás y siendo luz para quienes nos rodean.


Rodrigo y Alonso Valdes

Cuenca

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