Introducción general
Por una curiosa Providencia divina, este año, como aquel año de 1897, el 30 de septiembre es también jueves. Se acompasa nuestro tiempo al de Teresa. Su agonía durante muchos meses, propició que sus hermanas, la M. Inés como interlocutora principal, al pie de su cama recogieran en pequeños papeles, después recopilados en cuadernos, las palabras que la joven Teresa les dejaba, casi como testamento espiritual. La idea es que nosotras podamos escuchar durante los próximos nueve días estas palabras que ella fue diciendo. Algunos días, sus palabras eran más abundantes y clarificadoras, otros días, apenas unos resuellos y una escueta frase (por eso la completaremos con otros textos suyos). No hay más glosas a sus palabras que lo que nosotras queramos aplicar a nuestra vida. En sus últimos momentos, es una mujer completamente libre, para hablar con sus hermanas, para hablar de su sufrimiento, para hablar con Dios y de Dios. Escuchemos sus palabras y acompañemos, aunque la distancia y el tiempo lo hagan más difícil, a la pequeña santa en su paso, recojamos sus reliquias, como hicieron sus hermanas y saboreemos sus palabras como las confidencias de una verdadera amiga y poderosa intercesora. Ella que habita en el cielo y quiere seguir haciendo el bien en la tierra intercede por nuestras peticiones, ya que nosotras la acompañamos en su agonía.
Día 1: 22 de septiembre
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Ant. El Señor la rodeó cuidando de ella y la instruyó; extendió como un águila sus alas, la tomó y la llevó sobre sus plumas. Solo el Señor fue su guía.
V/. Si no volvéis a ser como niños.
R/. No entraréis en el Reino de los cielos.
Últimas conversaciones
22.9.1 Después de recordarle varias ocasiones en las que había sido muy humillada durante su vida religiosa, añadí: ¡Cuántas veces te tuve lástima!
- Te aseguro que no tenías por qué tenerme tanta lástima. ¡Si supieras cómo sobrevolaba por encima de todo eso! Salía fortalecida de las humillaciones. No había nadie más valiente que yo en la familia.
22.9.2 Quería decirme algo y no podía....
- ¡Qué duro es verse en semejante impotencia!... ¡Y precisamente contigo! ¡Era tan bonito cuando podía hablarte! Esto es lo más duro.
22.9.6 - ¡Qué enfermedad tan terrible y cuánto llevas sufrido!
- ¡¡¡Sí!!! ¡Y qué gracia tener fe! Si no hubiese tenido fe, me habría quitado la vida sin dudarlo un instante.
Silencio para pedir la gracia que deseamos en esta novena
Oración
Señor, Dios nuestro, que has preparado tu Reino para los humildes y sencillos, concédenos la gracia de seguir confiadamente el camino de Santa Teresa del Niño Jesús, nuestra hermana, para que nos sea revelado por su intercesión el océano de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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