CANCIÓN DE EXPOSICIÓN
Nos llamas Señor, nos llenas de vida.
Aquí nuestros corazones laten junto a ti.
Nos colmas de amor y con tu presencia
la noche transformas en aurora Señor.
Nos haces uno en ti, siempre en ti.
Tú nos llamas ante tu altar
y nos muestras cómo amar de verdad
cuando me tropiezo al andar
Tú me tiendes la mano y yo vuelvo a caminar.
Toma nuestras vidas Señor
Tu palabra llega al corazón
Quiero con tus ojos mirar,
y creer que morir en ti es resucitar.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven Espíritu de Dios. Pon tu paz en todas mis guerras.
Ven, seréname, Señor. Transforma mi vida entera.
Ven, Espíritu de Dios. Pon tu calma en todas mis tormentas.
Ven, seréname, Señor. Toma mi vida entera.
Ven, Espíritu de Dios. Pon tu luz en todas mis sendas.
Ven, seréname, Señor. Renueva mi vida entera.
Ven, seréname. Dame tu paz.
ESCUCHAMOS EL EVANGELIO DE ESTE DOMINGO: Jn. 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Si, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron: «Señor, ven a verlo». Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!». Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?». Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: «Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera». El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO
Jesús tenía amigos. Amaba a todos, pero tenía amigos con los cuales tenía una relación especial, como se hace con los amigos, de más amor, de más confianza... Y muchas, muchas veces se quedaba en casa de estos hermanos: Lázaro, Marta, María... Y Jesús sintió dolor por la enfermedad y la muerte de su amigo. Llegó a la tumba y, se conmovió profundamente y muy turbado, preguntó: “¿Dónde lo habéis puesto?” (Jn 11,34). Y Jesús estalló en lágrimas. Jesús, Dios, pero hombre, lloró. En otra ocasión en el Evangelio se dice que Jesús lloró: cuando lloró por Jerusalén (Lc 19,41-42).
¡Y con cuanta ternura llora Jesús! Llora desde el corazón, llora con amor, llora con los suyos que lloran. El llanto de Jesús. Tal vez, lloró otras veces en la vida —no lo sabemos— ciertamente en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús llora por amor, siempre. Se conmueve profundamente y muy turbado lloró. Cuántas veces hemos escuchado en el Evangelio esta emoción de Jesús, con esa frase que se repite: “Viendo, tuvo compasión” (cf. Mt 9,36; Mt 14,14). Jesús no puede mirar a la gente y no sentir compasión. Sus ojos miran con el corazón; Jesús ve con sus ojos, pero ve con su corazón y es capaz de llorar. Hoy, ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente que sufre las consecuencias de esta pandemia, me pregunto: ¿soy capaz de llorar, como seguramente lo habría hecho Jesús y lo hace ahora? ¿Mi corazón se parece al de Jesús? Y si es demasiado duro, si bien soy capaz de hablar, de hacer el bien, de ayudar, pero mi corazón no entra, no soy capaz de llorar, debo pedir esta gracia al Señor: Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo que en este momento sufre. Muchos lloran hoy. Y nosotros, desde este altar, desde este sacrificio de Jesús, de Jesús que no se avergonzó de llorar, pedimos la gracia de llorar. Que hoy sea para todos nosotros como el domingo del llanto.
SILENCIO PARA QUE JESÚS RECE EN NOSOTROS
CANCIÓN
Los lirios del campo y las aves del cielo no se preocupan
porque están en mis manos.
Tened confianza en mí, aquí estoy junto a ti.
Amad lo que sois, vuestras circunstancias,
contigo estoy, con tu cruz en mi espalda.
Todo terminará bien, yo hago nuevas todas las cosas.
YO VENGO A TRAERTE VIDA,
VIDA EN ABUNDANCIA, EN ABUNDANCIA.
YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA,
VIDA EN ABUNDANCIA, EN ABUNDANCIA.
No hice al hombre para que esté solo,
caminad juntos como hermanos.
Soportaos mutuamente, amaos unos a otros.
La felicidad de la vida eterna empieza conmigo
en la tierra sentíos vivos, la fiesta del reino comienza aquí.
ORACIÓN FINAL
Cuando dudo Jesús, confío en Ti. Cuando temo Jesús, confío en Ti. Cuando me siento solo. Jesús, confío en Ti Cuando me estoy enfrentando a una tentación. Jesús, confío en Ti Cuando mi fe es débil Jesús, confío en Ti Cuando estoy desesperado Jesús, confío en Ti Cuando estoy en necesidad Jesús, confío en Ti En todas mis esperanzas Jesús, confío en Ti En todos mis planes Jesús, confío en Ti Para la salvación de aquellos a quienes amo Jesús, confío en Ti Para aquellos que están lejos de ti Jesús, confío en Ti. Jesús, me pongo en tus brazos amorosos sabiendo que en Ti está todo lo que pueda necesitar siempre. En Tu Gracia, por favor, fortalece mi fe y mi confianza en Ti, que pueda ser sanado/a de toda preocupación o duda y viva plenamente en la paz y la alegría que vienen del abandono total en Ti. Jesús, confío en Ti.
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