Ha sido la pregunta que me han hecho algunas personas al ver la foto en Facebook. El Papa nos dijo a los participantes en el Congreso un discurso al que todos podemos acceder:
Esto es lo que “me dijo el Papa”, que para mí personalmente ha sido iluminador y confirmador. Pero quiero compartir lo que el Papa no me dijo con palabras, pero sí con su sonrisa, y lo que siento que Dios me ha dicho con todo lo que viví en esas 55 horas en Roma.
Acudía por indicación de D. Amadeo, presidente de la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado a un Congreso para responsables de la catequesis en las Conferencias Episcopales Europeas sobre el nuevo Directorio, organizado por las CCEE y el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.
Ir a Roma para un cristiano siempre tiene su atractivo. Participar de un encuentro eclesial a nivel de toda Europa y sobre el tema de la catequesis, me atraía aún más, aunque por motivos de estar recién llegada a Ávila y necesitar un mínimo de estabilidad, se me hacía un poquito costoso ponerme en camino. Pero mereció la pena y mucho.
Estuvimos hospedados en un lugar privilegiado, las vistas de la Plaza de San Pedro eran magníficas y poder estar allí y contemplar y orar largos ratos con esas vistas me hizo emocionarme y sentir una gran necesidad de darle gracias a Dios por haber recibido la fe en mi familia, por haberme cultivado en un amor muy vivo por mi Madre la Iglesia, por sentir que Dios me confiaba que aunque fuese “vasija de barro”, soy portadora de un tesoro que no me puedo guardar, necesito gritar desde la azotea el mensaje que la Iglesia me ha confiado, ¡¡Cristo vive y te ama!!
El Congreso, las ponencias, los hermanos y hermanas de Europa, con inquietudes, problemas, retos y deseos muy similares, aunque los expresásemos en idiomas diferentes, fue también una riqueza. Ciertamente vamos en la misma barca y hemos de remar juntos, el nuevo Directorio para la Catequesis y el motu propiro Antiquum ministerium es una oportunidad preciosa que nos lo facilita.
Y llega el momento de encuentro con el Papa en la sala Clementina. Ciertamente estaba en el programa desde el primer momento, pero yo pensé que sería algo más multitudinario y no esperaba más que verlo desde lejos pasar por el pasillo. Pero no, el Señor en esta ocasión quería que pudiese mirar a los ojos al sucesor de Pedro, que confiara mis manos a sus manos, o que él me confiara las suyas. Lo viví con emoción, con alegría, me acordaba de Sta. Teresita cuando se puso a los pies de León XIII para pedirle entrar en el Carmelo con 15 años. Yo no tenía necesidad de pedirle nada, pero sí sentía la necesidad de decirle “gracias”. Fueron las palabras que intenté balbucir: “Gracias Santo Padre por su estímulo constante para evangelizar”. He de confesar que no sé si conseguí decir la frase completa, pero sí que pedí vivir plenamente ese momento y con palabras o sin ellas, que mi mirada, que mis gestos, que lo que pudiera percibir en mí el Santo Padre fuese un GRACIAS. Han pasado los días y aún saboreo ese momento, esos momentos.
Poder celebrar en la basílica de San Pedro, en la capilla del coro también fue un momento muy especial, ciertamente la liturgia “sabia” a Iglesia universal que da gracias al Padre por la entrega de su Hijo. Como dice el Papa en el discurso que nos dirigió: “No podemos olvidar que el lugar privilegiado de la catequesis es precisamente la celebración eucarística, donde los hermanos y las hermanas se reúnen para descubrir cada vez más los diferentes modos en que Dios está presente en sus vidas.”
Doy testimonio que Dios está presente en mi vida, que me bendice con el don de la fe, con el don de la Comunidad de ECSF, con el don de llamarme a servirle en el Secretariado de la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado, por la confianza que depositan en mí los Pastores, con el don de la parroquia, de los párrocos, de los/as catequistas, de las familias, etc. Por todo ello gracias Padre Dios, gracias Madre Iglesia.
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