Celebramos hoy el domingo de la Ascensión del Señor a los cielos, la fiesta en la que vemos como Cristo, como nuestra cabeza, ha entrado en el cielo para que nosotros también vayamos tras el. Como dice la segunda lectura, "subió a lo alto llevando cautivos", el que es cautivo de Cristo tiene ya en si la semilla del cielo. Además, desde la teología, sacamos una consecuencia muy importante: Cristo, en su humanidad, ha entrado en el cielo, lo que posibilita que nuestra frágil humanidad pueda entrar también.
Las lecturas nos ayudan también a ver cómo estamos llamados a ser Cuerpo de Cristo, es decir, a prolongar a través de nuestra vida la acción de Cristo en el mundo. No es que Cristo se desentienda del mundo al marcharse al cielo, sino que deja a la Iglesia como enviada a prolongar su acción en la tierra. ¡Cristo cuenta con nosotros para su misión! Tanto en la primera lectura como en el evangelio (donde vemos la Ascensión tanto en Hechos de los Apóstoles como en el Evangelio de Marcos) Cristo se despide enviándonos a la misión. No se ha ido, ha dejado la Iglesia para seguir actuando, para poder actuar en todas partes.
En la primera lectura, dice que no nos preocupemos de los tiempos de Dios, eso es cosa suya, sino de ser testigos, con la ayuda del Espíritu Santo. En medio de mis problemas no estoy llamado a pedirle a Dios que me los solucione, eso es cosa suya si es su voluntad, sino de ser testigos, de vivir desde Cristo en ese problema.
En el evangelio, Cristo habla de los signos que acompañan a los creyentes. Párate un momento a pensar si tu fe es acompañada o es confirmada por el Señor con signos o señales. A lo mejor lo que necesitamos es aumentar nuestra fé para darnos cuenta que desde la Ascensión, Cristo puede estar acompañándonos personalmente a cada uno.
Jaime Garrido García-Valdecasas
Pbro.Granada
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