Hoy celebramos una fiesta extraña, una fiesta que nos parece ajena, ya que vemos a María ascendida en cuerpo y alma al cielo, y esto es extraño a nosotros. Parece que es una cosa que solo pertenece a ella, pero a nosotros no nos toca; que es solo un privilegio de María.
Pero en realidad, lo que María nos muestra hoy es lo que nosotros esperamos. Lo que celebramos es que María ha recibido un premio especial. El premio es que lo ha recibido antes, pero ha recibido algo que todos esperamos alcanzar.
Pero, ¿por qué María recibió este premio? No es un premio por ser la Madre de Dios. O mejor dicho, ser la Madre de Dios fue un primer premio que la hizo merecer el premio que hoy celebramos. Pero, ¿por qué?
La respuesta la encontramos en las lecturas de hoy. La segunda lectura nos habla de la resurrección que esperamos recibir y recibió “primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo”. Por eso recibió María el premio de la Asunción, porque “es de Cristo”. Hay gente que es del Madrid, gente que es del Barça, pero eso no sirve para nada. Lo que de verdad nos identifica es que “somos de Cristo”. El Señor nos invita a pertenecerle a él, a que nuestro corazón le pertenezca a él, a su voluntad, a su amor. Ser de Cristo significa “dejarnos ser” de él, dejar que él tome posesión de nuestra vida para que la llene de su amor.
Y luego el Evangelio, que nos presenta la conversación entre Isabel y María en la Visitación. Isabel recibe a María con unas palabras muy ilustradoras: “Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá”. El Señor nos ha hecho una promesa, la vida, la resurrección, y se cumplirá por la fe en él.
El Señor nos invita a creer en él, creer la promesa de la vida, creer que va a hacer “obras grandes en mí”. María nos muestra que esas promesas se realizan por la fe y por “ser de él”. Pidámosle que nos ayude a dejarnos amar para pertenecerle y así creer en sus promesas.
Sacerdote de Granada
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