Jesús encomienda a sus discípulos la tarea de evangelizar. Esa misma tarea sigue vigente después de más de dos mil años y es la que tenemos asignados todos los cristianos desde el bautismo. Jesús sabe de nuestras limitaciones; por eso no nos pide imposibles, sino que simplemente nos llama a guardar sus mandamientos y a compartir sus enseñanzas con los que están a nuestro alrededor: la familia, los compañeros de estudios o trabajo, los amigos y aquellos con los que nos cruzamos en nuestro barrio o comunidad. Igual que los discípulos, nosotros también podemos tener dudas en nuestra vida, pero Jesús nos promete que estará con nosotros siempre. Sabiéndonos tan amados incondicionalmente, ¿realmente podemos temer a algo? ¿Cuáles son las dudas que me impiden dar a conocer a Jesús y su buena noticia?
Rocío González Romero, Ávila
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