La mayor parte de todos nosotros no recordaremos el día de nuestro bautismo, pero estoy segura que pasó lo mismo que el día del Bautismo del Señor: una voz desde el cielo, dijo: esta es mi hija, mi amada, mi elegida. Y es que desde el día de nuestro bautismo, el Señor nos llama, nos elije para ser reflejo de su Amor en el mundo y tenemos que actuar como tal. Debemos proclamar el amor que nos salva, que ha bajado a vivir entre nosotros para anunciarnos que esta vida, este dolor, es solo pasajero. La verdadera vida es en la que empezamos a formar parte del pueblo celestial de Dios, donde la alegría rebosará en nuestro corazón. Pidamos poder ser fieles y permanecer en esperanza todos los días de nuestra vida.
Pilar Viñuales, Madrid
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