"¿Me amas?... Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero" Jn 21, 16-17
Hace ya algunos años el Señor me regaló esta Palabra. Y con ella entendí que Él me pedía todo mi amor porque Él me había amado primero y más de lo que yo podía imaginar. Entendí que Él me amaba incluso con mi debilidad, limitación, pobreza, pecados... Es más, que con todo ello quería hacer una obra hermosa. Que su amor era llamada: que Él me quería toda suya y para siempre, que me llamaba a vivir en Nazaret, que no me llamaba sola sino junto con mis hermanas y que me pedía que llevara su amor a todos. En definitiva, me llamaba a ser Esclava Carmelita.
Durante muchos años he ido profundizando en esta llamada primera. El Señor me ha ido guiando, sosteniendo, alentando y conduciendo. Él ha ido reafirmando su llamada y su amor por mí. Quiere que sea toda suya, su esposa.
Y esto se realizó el 22 de abril. Dije sí para siempre a su amor y me entregué totalmente a Él. Como decía don José María, yo ya no me pertenezco, le pertenezco sólo a Él. Soy toda suya.
Esto me llena el corazón de alegría porque es aquello para lo que he nacido, lo que da sentido a mi vida y la respuesta al anhelo más profundo de mi corazón. La felicidad que siento no se puede expresar con palabras.
La única palabra que lo expresa acertadamente es: ¡Gracias! Gracias al Señor por su llamada, gracias a todas las personas que Él ha puesto en mi vida y que han sido signo de su amor por mí, gracias a todos aquellos que me han acompañado y alentado durante estos años y gracias a mis hermanas porque siempre han estado ahí y con su sí han sido ayuda para el mío.
Gracias, Señor, ¡es eterna tu misericordia! ¡Tú me has llamado y yo soy tuya para siempre!
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