Esclavas Carmelitas

mar 232 min.

Domingo de Ramos, 23 de marzo

Habitantes de Jeruralén, ¿qué alborota la ciudad antes de las fiestas de la Pascua, tan

cercana? ¿Por quién agitáis vuestras palmas? ¿Porque lo predijo Zacarías en una visión?

(¡Salta de gozo, Sión! ¡Alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador,

pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna. Za. 9, 9) ¿Olvidas que antes de

esa entrada ve en oráculo la aniquilación de todos los enemigos de Israel? ¿Olvidas el

poder de nuestro Dios fuerte, dominador de toda la tierra? ¿Crees, quizá, que tu Dios es

un Dios del amor, débil como una joven doncella?

Un borriquillo no es cabalgadura de rey, ni sus anfitriones podéis ser vosotros, una

multitud que sólo sabe recibir a quien ha llenado sus estómagos y a quien ha curado a

sus enfermos… ¿No esperáis al Mesías, con su gloria y su poder sobre Roma?

Cuidaos de ese, que mandó amar a los enemigos y devolver bien por mal… Perdonar

setenta veces siete nunca ha sido buen camino para una revolución… Más bien parece

otro profeta, un buen hombre con una buena doctrina. ¿No os interesa más ese Jesús

cómodo, el que no exige caer en tierra y morir, amar hasta el extremo?

Aclamad con palmas al Jesús que caminó sobre las aguas, al que multiplicó los panes,

curó a muchos y convirtió el agua en vino… Pero quien hoy entra en Jerusalén viene a

dar la vida: su reino no es de este mundo, y no complace a este mundo, porque sus

exigencias son extremas…

Habitantes de Jerusalén, ¿cuántos estaréis dispuestos a seguir al Hijo de David, que

viene en el nombre del Señor durante, al menos, una semana? ¿Cuánto tardaréis en

cambiar vuestras palmas por látigos, vuestras alabanzas por injurias, vuestro amor por

odio?

Carlos y Susana, Cuenca

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