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Foto del escritorEsclavas Carmelitas

Ante la enfermedad y la muerte de mi padre


Estos últimos meses, aunque han sido duros y he vivido de todo con sentimientos contradictorios, no puedo menos que proclamar, casi a gritos, el camino tan bonito que he vivido cerca de mi padre y que me ha permitido ser testigo de una gran Misericordia de Dios. No digo con mi padre, que también, sino conmigo la primera y con toda la familia.

¡Qué bonito resulta echar la mirada atrás y ver cómo poco a poco el Señor ha ido preparando el camino!

Desde la muerte de mi hermano Curro las relaciones familiares han ido cambiando poco a poco a un acercamiento entre nosotros, y sobre todo, entre mis padre, muy cálido. En el camino ha habido alguna que otra sorpresa con la que no se contaba y ha sido muy gratificante.

Pero aunque todo ha ido siendo una preparación a lo vivido últimamente, lo más bonito y hermoso, aunque envuelto en dolor e incertidumbres, han sido estos últimos meses en los que mi padre ha tenido su acercamiento con el Señor de una manera preciosa. Ha sido una obra de la gran Misericordia de dios hecha como un fino y delicado encaje de bolillos.

Ver cómo mi padre se alegraba un montón con la visita de algún sacerdote o alguna hermana… Para mí eran momentos en que la Gracias de Dios lo iba tocando y transformando.

Ya desde el principio de estos últimos meses recibió la Unción de los Enfermos y poco a poco todo ha ido conduciendo a que un sacerdote le empujara un poco y le ayudara a confesar, cosa que él permitió y yo pude verle esa tarde en paz, tranquilo, agradecido, feliz… También recibió la comunión después de esa confesión.

Unos días después fue él mismo quien, con suma naturalidad me dijo que llamara a este sacerdote. Esta vez la confesión la buscaba él y la quería. Quería dejar todo arreglado.

En los últimos días pidió perdón a mi madre por todo lo que nos había hecho pasar.

Ha tenido detalles de cariño y acercamiento en los que he presenciado cómo la gracia de Dios lo iba transformando, acrisolando, purificando. Ha sido Cristo en la persona de mi padre, pues ¡ha habido tantos momentos en los que lo asemejábamos al Crucificado!

Y cuando realmente TODO ya estaba arreglado se fue sin hacer ruido. Dios se lo llevó por intercesión de la Virgen de Fátima, en un primer sábado de mes. El día del tanatorio me sobrecogió mucho saber que, grupos de oración de gente que no conocíamos de nada estaban, desde hacía tiempo, rezando por mi padre. Sentí de una forma muy viva cómo la Iglesia es Madre, cómo mueve los hilos y corazones de la gente para rezar por aquel hijo que necesita su ayuda para prepararse al encuentro con Dios.

Comunión de santos que formamos la Iglesia y rezamos por aquel miembro que lo necesita.


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