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Foto del escritorEsclavas Carmelitas

El consuelo del Resucitado

Preparar: Vela


INTRODUCCIÓN


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU


Ven, Espíritu (3)

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.


Ven, Espíritu (3)

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Ven, Espíritu (3)

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.

Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?».

Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».

Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».

Jesús le dice: «¡María!».

Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».

Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"».

María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».



REFLEXIÓN

En este evangelio María llora y está muy triste porque la muerte le ha arrebatado a alguien muy querido. Cada vez que nos encontramos ante nuestra muerte, o ante aquella de una persona querida, sentimos que nuestra fe es puesta a la prueba. Surgen todas nuestras dudas, toda nuestra fragilidad, y nos preguntamos: “¿De verdad existirá la vida después de la muerte? ¿Podré algún día ver y abrazar a las personas que he amado?” También nosotros, en el contexto actual, tenemos necesidad de regresar a las raíces y a los fundamentos de nuestra fe, para que así tomemos conciencia de lo que Dios ha obrado por nosotros en Cristo Jesús y qué significa nuestra muerte. Todos tenemos un poco de miedo a la muerte, por esta incertidumbre… pero aquí viene la palabra de Dios sobre todo en las cartas del nuevo testamento.

San Pablo, ante los temores y las perplejidades de las comunidades de los primeros cristianos, invita a tener esperanza firme sobre la cabeza como un yelmo, sobre todo en las pruebas y en los momentos más difíciles de nuestra vida. La esperanza cristiana es un yelmo que nos protege en la lucha de esta vida. Cuando se habla de esperanza, podemos ser llevados a comprenderla según el significado común del término, es decir, en relación a algo bello que deseamos, pero que puede realizarse o tal vez no. Esperemos que suceda, pero… esperemos, como un deseo, ¿no? Se dice, por ejemplo: “¡Espero que mañana haga buen clima!”; pero sabemos que al día siguiente en cambio puede hacer un mal clima… La esperanza cristiana no es así. La esperanza cristiana es la espera de algo que ya ha sido realizada; está la puerta ahí, y yo espero llegar a la puerta. ¿Qué cosa debo hacer? ¡Caminar hacia la puerta! Estoy seguro que llegaré a la puerta.

Así es la esperanza cristiana: tener la certeza que yo estoy en camino hacia algo que es y no solo que yo quiero que sea. Esta es la esperanza cristiana. La esperanza cristiana es espera de una cosa que ya ha sido realizada y que ciertamente se realizará para cada uno de nosotros.

La resurrección de todos nosotros tendrá lugar el último día, al final del mundo, por obra de la omnipotencia de Dios, quien restituirá la vida a nuestro cuerpo reuniéndolo con el alma, en virtud de la resurrección de Jesús. Ésta es la explicación fundamental: porque Jesús resucitó, nosotros resucitaremos; nosotros tenemos la esperanza en la resurrección del cuerpo glorioso porque Él nos abrió la puerta a esta resurrección.

Esperar pues significa aprender vivir en la espera. Aprender a vivir en la espera y encontrar la vida. Cuando una mujer se da cuenta de estar embarazada, cada día aprende a vivir en la espera de ver la mirada de ese niño que llegará… También nosotros debemos vivir y aprender de estas actitudes humanas y vivir en la espera de mirar al Señor, de encontrar al Señor. Esto no es fácil, pero se aprende: a vivir en la espera. Esperar significa e implica un corazón humilde, pobre. Solo un pobre sabe esperar.

CANTO

Quién quiere resucitar a este mundo que se muere

quién cantará el aleluya de esa nueva luz que viene.

Quién cuando mire la tierra y las tragedias observe

sentirá en su corazón el dolor de quien se muere.

Quién es capaz de salvar a este mundo decadente

y mantiene la esperanza de los muchos que la pierden.


EL QUE SUFRE, MATA Y MUERE DESESPERA Y ENLOQUECE

Y OTROS SON ESPECTADORES, NO LO SIENTEN.


Quién bajará de la cruz a tanto Cristo sufriente

mientras los hombres miramos impasivos, indolentes.

Quién grita desde el silencio de un ser que a su Dios retiene

porque se hace palabra que sin hablar se la entiende.

Quién se torna en aleluya porque traduce la muerte

como el trigo que se pudre y de uno, cientos vienen.


ALELUYA CANTARÁ QUIEN PERDIÓ LA ESPERANZA

Y LA TIERRA SONREIRÁ. ALELUYA.

CONTEMPLACIÓN DEL PASAJE


CANTO

El Señor te bendiga y te guarde.

Te muestre su rostro y tenga piedad de ti.

Te dirija su mirada y te dé la paz.


ORACIÓN TODOS JUNTOS

Concede, Oh Padre, a tus siervos que se han separado de nosotros, la herencia prometida; da cumplimiento a sus esperanzas de felicidad y de paz; infunde serenidad y fortaleza en quienes ahora lloramos su ausencia y fortalécenos con la certeza en la vida eterna, que en tu gran amor has dispuesto para toda la familia humana, por la fuerza de la resurrección de Cristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.




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