Hace una semana celebrábamos la profesión de las hermanas Clara y Raquel. Aquí nos deja Raquel su testimonio que nos contagia de alegría.
«Se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2, 10)
Eso es lo que les pasó a los Magos al ver la estrella detenerse ante el lugar en el que estaba el Niño. Y esto es también lo que puedo afirmar yo hoy, una semana después de haber profesado.
Ya en los días previos , en el retiro que nos regaló San Rafael Arnáiz en "su querida Trapa", el Señor me dejó gustar cada palabra de la fórmula de profesión y así fue caldeando mi corazón haciéndome consciente del inmenso don que es haber sido llamada a ser toda de Jesús. El viernes, profesaba urgida por el amor de Cristo, porque han sido su Amor y su Misericordia los que me han traído hasta aquí y han encendido en mí el deseo de seguirlo más de cerca, de entregarme por entero. Lo hacía, y así lo he renovado cada uno de los días siguientes, en el Espíritu Santo, que lo opera todo, al Padre, que lo ha creado, soñado y dispuesto todo, y por su Hijo Jesucristo, que se ha convertido en el Todo.
Me consagro unida a mis hermanas, porque queremos llegar juntas al Cielo y porque mi sí es un sí sostenido. Y como soy pequeña y Él quiere hacerme grande, Jesús me ha regalado el mejor modelo: su Madre. Con María y como Ella, quiero permanecer siempre disponible, y hacer de mi vida un SÍ. Así, en mayúsculas. Y todo... ¡para gloria del Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo!
Y así, después de recibir a Jesús en la Eucaristía y en esa intimidad solo podía rezar: Concédeme, Señor, la gracia de ser pan partido y repartido para el mundo.
Hna. Raquel de Jesús Eucaristía
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