En una época donde lo útil se considera lo importante, y donde las personas se les tiene más en cuenta por lo que hacen, y para lo que sirven y no por lo que son, criaturas únicas e irrepetibles. Hacemos por inercia distinciones y estructuras sociales prácticas y no justas creando división. Llevándonos a una mecánica: hacemos las cosas para lograr llegar a los puestos más altos, a un puesto de tranquilidad económica, a un puesto de fama, etc. Al igual que los dos hijos de Zebedeo que por pasar por los sufrimientos, el cáliz que han de beber, consideran que se merecen unos puestos de honor. Jesús nos enseña hoy que los puestos en su reino, son por la gracia de Dios, no por nuestras fuerzas, y siendo Jesús el que nos reúne habrá un sitio especial para cada uno: todos en torno a Él, por lo que no hay derecha ni izquierda sino una mesa de comunión. Además nos da la clave de cómo realizar las cosas no para estar por encima de los otros para ser servido sino que la grandeza de uno es para el servicio del otro y por tanto, las acciones no se realizan para uno mismo sino para los demás. Al igual que nuestros dones, ¿ofrezco mis dones para servir a los demás o para distinguirme entre ellos y para mi propio beneficio?
Alberto Janusz, Segovia
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