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  • Foto del escritorEsclavas Carmelitas

La "mecha" de la JMJ


“De Polonia saldrá la chispa que preparará el mundo para mi última venida” (Jesús a Faustina. Diario, nº1732)

Mi tercer día en Cracovia escuché esta frase en el convento donde vivió y murió Faustina… y desde entonces ha iluminado todo lo acontecido en este tiempo.

Es impresionante descubrir cómo Dios ha obrado una historia maravillosa con el pueblo polaco: guerras y ocupaciones, y en sus 1050 años de historia sólo apenas 100 de autonomía y libertad. Y sin embargo, en medio de las tribulaciones, ellos siempre han sabido construir su nación volviendo a sus hondas raíces católicas. Hoy es un país totalmente moderno y profundamente fiel a Jesucristo. Los domingos las iglesias rebosan de gente, ser creyente es percibido como algo natural entre los jóvenes y la fe se transmite en las familias.

Desde los primeros días no podía evitar pensar en mi propio país con cierta tristeza. Me preguntaba que dónde están esas raíces, que qué hago yo con ellas. La belleza de la Iglesia polaca me ha seducido para redescubrirlas y para cuidarlas. Las viejas raíces siempre pueden volver a brotar.

El pueblo polaco siempre ha mirado al monasterio de Czestochowa donde vive la Virgen de Jasna Góra. Saben que siempre hay una casa paterna donde volver, que no son huérfanos. Allí he experimentado fuertemente esta realidad que a veces se me olvida. Allí he rezado con ellos: “María, Reina de Polonia, madre de la Iglesia. Estoy contigo. Recuerdo. Velo.”

He podido empaparme del mensaje de la Divina Misericordia, muy arraigado entre los polacos. He aprehendido que del “Jesús confío en Ti” se pasa al “Bienaventurados los misericordiosos”, de la fe en Jesús a la misericordia con el otro.

La Providencia me ha llevado cuatro meses y medio a Cracovia porque necesitaba ese tiempo para que la chispa de la misericordia prendiese en mí. Y ahora soy uno de los casi 3 millones de portadores de la antorcha, que precedidos por Faustina y Juan Pablo, vamos a incendiar el mundo con el Espíritu Santo. Mi primer reto es conseguir que no se apague esta mecha. Y el segundo, prender en mi entorno esa dinámica de confianza-misericordia.

¡Jesús confío en Ti!


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