CANTO DE EXPOSICIÓN
Alégrate el Señor está contigo.
No temas, te doy mi Espíritu
y yo quiero decir lo mismo y no temer,
conmigo está tu Espíritu, tu Espíritu.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu (3) Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, Espíritu (3)
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO
Para ayudar a los discípulos a recorrer este camino (de los mandamientos), Jesús promete que rogará al Padre que envíe «otro Paráclito» (v. 16), es decir, un Consolador, un Defensor que tome su lugar y les dé la inteligencia para escuchar y el valor para observar sus palabras. Este es el Espíritu Santo, que es el don del amor de Dios que desciende al corazón del cristiano. Después de que Jesús muriera y resucitara, su amor se da a aquellos que creen en Él y son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Espíritu mismo los guía, los ilumina, los fortalece, para que cada uno pueda caminar en la vida, incluso en medio de la adversidad y la dificultad, en las alegrías y las penas, permaneciendo en el camino de Jesús. Esto es posible precisamente permaneciendo dócil al Espíritu Santo, de modo que, a través de su presencia activa, no sólo consuele, sino que transforme los corazones, abriéndolos a la verdad y al amor.
Frente la experiencia del error y del pecado —por la que todos pasamos—, el Espíritu Santo nos ayuda a no sucumbir y nos hace acoger y vivir plenamente el sentido de las palabras de Jesús: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (v. 15). Los mandamientos no se nos han dado como una especie de espejo en el que vemos reflejadas nuestras miserias e incoherencias. No, no son así. La Palabra de Dios se nos da como Palabra de vida, que transforma el corazón, la vida, que renueva, que no juzga para condenar, sino que cura y tiene como fin el perdón. La misericordia de Dios es así. Una palabra que ilumina nuestros pasos. ¡Y todo esto es obra del Espíritu Santo! Es el Don de Dios, es Dios mismo, que nos ayuda a ser personas libres, personas que quieren y saben amar, personas que han comprendido que la vida es una misión para proclamar las maravillas que el Señor realiza en aquellos que confían en Él.
Silencio para dejar que Jesús rece en nosotros
CANTO
Perdóname, Señor, ando disperso en mis cosas,
me perdí en la mediocridad, mi existencia está vacía.
Perdóname, Señor, ni siquiera hoy he orado.
Lo he dejado por comodidad, de mi vida no eres centro.
SÓLO TU ESPÍRITU ME MANTIENE VIVO
CUANDO TODO PARECE QUE VA MAL.
SI TU ESPÍRITU ESTÁ CONMIGO
SOY FUERTE EN MI DEBILIDAD.
Perdóname, Señor, vuelvo los ojos a los pobres,
me da miedo poder perder mi paz,
que trabaje otro con ellos.
Perdóname, Señor, en palabras yo me quedo.
He vivido en la apariencia escondido en mil caretas.
ORACIÓN FINAL
A veces nos faltan las fuerzas. Danos tu fortaleza. A veces no sabemos qué camino escoger. Danos tu consejo. A veces abandonamos con facilidad la oración. Danos tu piedad. A veces, perdidos en el pasado y en el futuro, se nos olvida saborear los regalos que nos das en el momento presente. Danos tu sabiduría. A veces no entiendo tus cosas y tus caminos. Danos tu entendimiento. A veces me pierdo en elucubraciones y teorías y se me olvida que la mayor ciencia es amar. Danos tu ciencia. A veces, temo perder fama, reconocimiento, aplausos. Que solo tema perderte a ti. Danos el don de temor de Dios. Envíanos tu Espíritu para que en todo sepamos amar y servir.
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