Leyendo el Evangelio de hoy, dejándome iluminar por la Palabra de Dios, viene una palabra a mi corazón: Misericordia.
Es un palabra con misterio y ahí reside su belleza. No sé mucho sobre ella, sólo que hay que confiar, porque si confiamos en la misericordia del Señor, significa que confiamos en el gran amor que Dios nos tiene como hijos y que no importa las veces que nos perdamos, como la oveja del evangelio, o las veces que nos alejemos de su corazón de Padres. Él va a salir siempre a buscarnos, Él va a estar esperándonos y cuando regresemos a sus brazos, nos acogerá con su infinita misericordia, nos pondrá una túnica y un anillo, matará el ternero cebado y celebrará un banquete.
Celebrará un banquete al que todos somos siempre invitados, la Eucaristía. Banquete donde en un trozo de pan reside todo ese amor, toda esa misericordia, para redimir nuestros pecados y sanar nuestros corazones heridos, haciéndonos uno con Él y dejándonos amar por Aquel que es el Amor.
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