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Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, 14 de septiembre

  • Foto del escritor: Esclavas Carmelitas
    Esclavas Carmelitas
  • 12 sept
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 sept

Tengo una mala noticia: somos pecadores.


Al igual que los israelitas en la primera lectura, nosotros nos impacientamos ante Dios. Vemos el pecado como la forma fácil de vivir, una vía de escape que hará que todo sea más cómodo. Y justo por eso nos dejamos rendir ante él.


Y, tras ver la comodidad del pecado, nos ofendemos contra la dificultad del camino de Dios. "¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto?"


En esta situación nos vemos comprometidos entre rendirnos ante el pecado o mantenernos firmes en Él. Todos alguna vez hemos elegido la opción fácil. Pero las consecuencias no tardan en llegar. Para los israelitas fue una plaga de serpientes venenosas; para nosotros puede ser la ofensa al prójimo, el alejamiento de Dios y la debilitación de nuestra fe.


Nos rompemos, algo dentro de nosotros se deteriora. Y no podemos arreglarlo solos.


Sin embargo, hay una buena noticia detrás de todo esto. La mejor noticia que el ser humano podría llegar jamás a escuchar y que nos ha dado el arma final para luchar con esta condición de pecador.


La buena nueva es simple: Dios nos ama.


El Señor, con toda la capacidad y derecho de castigarnos, ha decidido bajar y dejarse clavar en una Cruz.  Porque "tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Único". Y no le entregó de cualquier forma, sino humillado, flagelado y coronado en espinas.


¿Podemos pararnos por un momento todos y pensar en la grandiosidad que es esto?


Dios ha bajado hasta nuestra condición y ha hecho todo eso para cargar con nuestro pecado. Él nos dio la oportunidad de estar a su lado justo en el momento en el que colgó de un madero. Por ello hoy invito, en la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, a fijarnos en Él y en su Pasión. Pongamos la mirada allá donde esté Él en el día de hoy.


Y no sólo en sus actos, sino sobre todo en su misericordia.


Natalia Menéndez

Ávila

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