Muchas veces contemplamos, y seguramente a nosotros también nos ha pasado, como cuando una persona tiene un detalle con un niño, inmediatamente sus padres le suelen decir: “Niño ¿Qué se dice?”, y enseguida, casi sin levantar los ojos, entretenido con lo que tiene en las manos, contesta: “gracias”. Ese gesto sencillo tiene mucho que enseñarnos, porque a medida que vamos creciendo, se nos suele olvidar. Nos convertimos en un poco desagradecidos, como esos nueve leprosos del evangelio de hoy.
Mucho podemos aprender de este momento que contemplamos. Podemos aprender a acercarnos con humildad a Jesús, podemos descubrir que él y solo él puede limpiar no solo la piel sino sobre todo el corazón; podemos aprender no discriminar, a no apartar del camino de la vida a tantas personas que hoy están sufriendo; podemos aprender a hablar con confianza con el Señor (¡Qué oración tan sencilla y tan hermosa la de los leprosos!); pero os invita a quedemos con esa actitud de alabanza y de agradecimiento, que solo fue capaz de hacer suya uno de los leprosos, ese que en cuanto se dio cuenta que estaba limpio volvió a los pies de Jesús.
¡Qué importante es ser agradecidos con todos! Pero sobre todo ¡Qué importante es saber dar gracias al Señor Jesús! saber alabarlo por todo lo que hace por nosotros, con nosotros y en nosotros.
Hoy te invito a que hagas un rato de oración, a que te pongas delante del Señor, le escuches en su Palabra, entres en diálogo con él, y en ese tú a tú, le des gracias. No seas como aquellos nueve, que se fueron, con la sonrisa en la boca por la curación de la piel, pero con el corazón vacío, sin alegría. Sólo el que volvió a dar gracias quedó curado por fuera y por dentro. Vuelve tú también al Señor Jesús y dale gracias por el día que te ha regalado, por la Eucaristía, por la familia, por la Iglesia, por el encuentro con los amigos, por los estudios o el trabajo, por la comida, por los gestos sencillos que a veces pasan desapercibidos…. Pero sobre todo, dale gracias al Señor, por su entrega por amor hasta la muerte, por ti y por todos, por su resurrección que te llena de alegría y de esperanza el corazón.
Como los niños pequeños tú también has recibido no un regalo, sino muchos ¿Qué se dice?
Fernando González Martín, Navalosa
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