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Foto del escritorEsclavas Carmelitas

Domingo I de Adviento, 28 de Noviembre

La liturgia es sabia y conoce perfectamente cómo debe de estimular al ser humano para ocasionar el encuentro con Dios. Acabamos de terminar el tiempo ordinario, tiempo para buscar a Dios en todas las cosas y vivir según el modo de Jesús. Sin embargo el corazón se puede dormir o embotarse con las cosas ordinarias. El adviento hace que nos preparemos a la venida del Señor. Es más, se podría decir que el adviento es la forma de vida cristiana. Un cristiano siempre está atento por si vuelve el Hijo del hombre. Esta atención o despertar nos indica algo que es clave, que la realidad en la que vivimos no es un fin. Todos nuestros anhelos, preocupaciones, pensamientos, no son fines, nuestro verdadero fin es Dios. Estamos hechos para la vida en Dios. Por eso no podemos vivir encobrados, agobiados por el mañana, siempre está la esperanza de la vida divina. Estamos hechos para vivir con la cabeza bien alta.

Es curioso que cuando sientes la llamada de Dios lo primero que te sale no es la alegría sino las amenazas. Por lo menos cuando yo sentí que Dios me llamaba a seguirle por el sacerdocio, me sentía pequeño, pobre y sin grandes medios. Por lo menos me parecía imposible, aunque si tenía el deseo de seguirle. Tuve que aprender a vivir con mis pobrezas y a ofrecerlas, sabiendo que esto no depende de mí, sino de Él. Para esto siempre me han ayudado el testimonio de muchas Esclavas Carmelitas que no estando en primera línea de evangelización predican con su manera de estar, de obrar y de tratar contigo. Mujeres no afanadas en “hacer muchas cosas” sino hacer la voluntad de Dios en todo momento.

Hoy me ordeno diácono, no sé si “ganaré” a mucha gente para Dios con grandes discursos, lo que si intentaré hacer es la voluntad del Padre. Cuento con vuestras oraciones.

Álvaro J. Sánchez Sainz-Pardo Diócesis de Ávila









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