El Evangelio de este domingo es un perfecto retrato de en qué consiste la dinámica de la evangelización. El primer aspecto a destacar es la figura de Juan el Bautista, en el cual encontramos la capacidad de estar atento, vigilante, con el corazón abierto para así poder reconocer a Jesús cuando pasa. Así lo expresa la lectura: “fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios»”.
¡Qué importante es saber estar atentos para reconocer el paso de Jesús por nuestra vida! Como hemos visto, Juan, además de reconocer a Jesús, lo señala con decisión para que sus propios discípulos emprendan el seguimiento de Cristo. Ellos se lanzan a esta aventura sin tener muy claro al principio qué estaban haciendo. Simplemente habían escuchado el anuncio de su maestro Juan y, al igual que él, habían tenido un corazón abierto y valiente. Es entonces el Señor quien se da la vuelta y pregunta qué es exactamente lo que buscan. Ellos, desde su sencillez, solo pretenden estar cerca de aquel hombre: “¿dónde vives?”, le preguntan. “Venid y lo veréis” es la respuesta de Jesús, tras lo cual sabemos que pasaron el día juntos.
¡Qué importante debió ser para ellos ese encuentro y ese primer día al lado del Señor, que hasta recuerdan la hora en que ocurrió (la hora décima)! Justo este es el segundo aspecto que podríamos destacar del Evangelio: la alegría del encuentro con Dios, y el deseo de pasar tiempo con Él. Si estamos atravesando un momento difícil, intentemos reavivar nuestra amistad con Jesús, nuestro trato con Él en la oración, en los sacramentos…
Aunque a veces parezca que no está presente, no olvides que Dios se deja encontrar por aquellos que lo buscan. En tercer lugar, vemos en Andrés, uno de esos dos discípulos, cómo la sorpresa y la alegría del encuentro con el Señor lo lleva a invitar a su hermano Simón Pedro a que comparta esta experiencia. Está claro: si hemos encontrado la felicidad, el sentido de la vida… ¿cómo no vamos a querer compartirlo con los demás? En definitiva, la dinámica de la evangelización pasa por estar atentos a Dios y cuidar nuestra amistad con Él. Si tenemos esto, el anuncio a los demás brotará de nosotros como algo espontáneo y verdadero. Que así sea.
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