¿Por qué bautizas si tú no eres el mesías, ni Elías, ni el profeta? Le preguntan los sacerdotes y levitas enviados desde Jerusalén a Juan Bautista en la parte justamente anterior a nuestro pasaje. ¿Por qué bautiza Juan? Juan había sido enviado a bautizar por Dios con un bautismo de conversión; es decir, con un cambio de vida, una reorientación del camino andado (de hecho Juan es el que grita “Allanad el camino al Señor”). La acción del Bautista expresa que viene alguien, Dios, ante el que hay que tomar una opción de vida, cómo quiere uno vivir. Juan prepara para esta venida a aquellos que acuden a él mediante un bautismo con agua. Por eso, podemos decir que Juan Bautista es alguien que espera (espera a Dios que viene) y que induce a la espera; lo cual, requiere atención. Sólo porque Juan está atento puede descubrir que aquel a quien le preparaba el camino es el que ahora viene junto a él. ¡Cuántos hombres irían a bautizarse ante Juan y sólo ante uno descubre a ese ante el que hay que convertirse!
Quizá hoy el evangelio nos invita a esta atención, a descubrir a Dios viniendo a nosotros en situaciones diversas, incluso donde no lo esperábamos. Y si descubrimos este advenir de Dios a nuestra vida esto nos tiene que lanzar al testimonio, como a Juan Bautista. El, que predicaba la conversión puede señalar ahora y decir “ahí va a quien esperábamos, el que quita el pecado del mundo”.
Rafa Sánchez Andreú, Seminarista de Ávila
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