Domingo III de Cuaresma, 23 de marzo
- Esclavas Carmelitas
- 22 mar
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Actualizado: 26 mar
Jesús nos muestra una vez más lo que nos quiere. Se preocupa por nuestra salvación, por eso nos muestra una nueva enseñanza, para que no perezcamos.
Para Dios todos somos iguales y nos merecemos ser felices.
Los habitantes de Jerusalén en aquella época tenían la idea preconcebida de que a las personas no pecadoras o “buenas” les suceden cosas buenas y lo contrario a las personas con pecados (es importante entender el contexto histórico-social de la época pues existía mucho miedo a la muerte y el pecado iba ligado al sufrimiento). Esto generaba una división entre la sociedad.
Jesús, preocupado por esta creencia ofrece un nuevo replanteamiento. Lo que busca con ello es hacernos ver que todos somos iguales y merecemos lo mejor, además que no somos tan diferentes entre nosotros.
De esta manera, Jesús siente verdadera compasión y miedo por nosotros. Mediante una comparación (Catástrofe de la Torre de Siloé) y un paralelismo (Parábola de la higuera y el cultivador)) nos plantea un cuestionamiento con el objetivo de que apreciemos que todos somos igual de pecadores pero podemos cambiar. Este cambio va guiado por el arrepentimiento y la profunda conversión. Dios siempre va a abogar por que se produzca ese cambio.
Belén Illana de Andrés
Segovia
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