“Estaba ya amaneciendo”. Durante toda la noche, Jesús había estado en la orilla esperando a sus amigos. Esa noche los discípulos no consiguen pescar nada. Con las primeras luces del nuevo día, los discípulos reconocen a Jesús y se acercan a él con tímida incredulidad. Con la confianza que Jesús les genera, los discípulos siguen sus indicaciones y consiguen una hermosa pesca.
En el evangelio, la luz del nuevo día coincide con la imagen de Jesús resucitado. Jesús es nuestro nuevo amanecer y para poder reconocerle, tenemos que dejarnos llenar por el amor que Dios nos ofrece, como hizo Juan, siendo el primero en reconocerlo. Esto no podía ser de otra manera; Juan, era el único que había experimentado el amor completo por Jesús, por eso no duda ante su presencia.
Ante esta plena confianza en Él, Pedro se tira al mar y acude a su encuentro. De igual manera el resto de los apóstoles le siguen desde la barca. Del mismo modo, este evangelio nos invita a experimentar el amor completo hacia Jesús, que nos dará plena confianza en él, nos disipará las dudas y al igual que los apóstoles consiguen una gran pesca, cada uno de nosotros obtendremos una abundante recompensa.
Jesús, al invitarles a comer, les enseña que el evangelio se vive compartiendo con todos la Palabra hecha comida. A partir de este momento, los discípulos se encargan de compartir lo vivido por todo el mundo, porque han comprendido el mensaje de Jesús, su resurrección y la tranquilidad que han experimentado al estar con él.
Jesús, yo también quiero ser como ellos, quiero compartir mi vida con los demás. Deseo compartir la alegría y la luz de tu Reino con mis familiares, amigos y con los que no te conocen.
Belén Illana, Segovia
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