En el evangelio de hoy volvemos a ver la cercanía, la entrega, la disponibilidad y la vida de oración de Jesús.
Más allá de ese milagro de sanar a la suegra de Pedro y de la revolución que despertaba “agolpándose la población entera a la puerta”, nos encontramos con su modo de hacer sencillo y humilde: “se acercó, la cogió de la mano, la levantó…”.
Siempre disponible, a pesar de todo, para atender a todos los que acudían a él pidiendo ayuda y, sobre todo, sin perder la mirada en su Padre, manteniendo con él esa relación personal que encontraba y cuidaba al retirarse en soledad para orar.
Sandra Bravo, Segovia
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