El Evangelio de este quinto domingo de Pascua recoge un fragmento del discurso de Jesús durante la última cena. Los discípulos están entristecidos, y para consolarlos, el Señor les revela profundas verdades de fe.
En primer lugar, Jesús pide a los suyos que tengan fe, que confíen en Él y en sus obras. Les habla de lo que es para Él la “casa de mi Padre”, con frecuencia nos habla el Señor del premio que nos ha ganado con su muerte y resurrección. El Cielo es la meta de nuestro camino en la tierra.
Como respuesta a la pregunta de Tomás, el Maestro revela a sus discípulos que Él es el camino, la verdad y la vida. Dios es vida eterna y verdad, por tanto seguir a Jesús supone comprender el misterio de su persona y su misión. Es necesario descubrir la íntima unión que existe entre el Hijo y el Padre, esta verdad es la que explica Jesús a Felipe. Jesús ha hecho visible al Dios invisible y lo ha revelado a los hombres con sus palabras y obras, y lo hace con un rostro humano y cercano, que nos mira con amor y nos llama amigos para que nos sea más fácil conocerle, amarle y unirnos a Él.
Marina, Cuenca
