El evangelio de Marcos, nos muestra un mar con tempestad y unos discípulos llenos de miedo porque la “barca” podía hundirse. Es lógico tener miedo cuando nos vemos sometidos al vaivén de las olas y perdemos el “control”. Jesús estaba dormido…
El mar sobre el que navega nuestra barca personal, eclesial y social, es la historia. Esta historia tan desconcertante y convulsa que nos toca vivir a veces. También hoy.
Experimentamos la vida de cada día, con la que se va haciendo la historia, llena de múltiples experiencias, sentimientos y sensaciones; también de temores e inseguridades.
A día de hoy sufrimos de la tormenta de la guerra, de violencias crueles e incontroladas; vivimos la sensación de la inseguridad. La amargura de la supervivencia para millones de personas. El cambio de valores que nos frustra y desanima; sentimos el abatimiento que provoca la percepción de un futuro oscuro.
Conocemos también, el desvalimiento de la enfermedad que, en mayor o menor medida, invade nuestra vida, y fácilmente nos sentimos habitados por diversos temores que se despiertan en nosotros.
Los fracasos, los desamores, las soledades amargas, forman parte de esta mar de fondo que eleva sus olas sobre la barquichuela de nuestra vida.
En medio de todo ello, ¡la palabra del Señor cobra tanta fuerza! “¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?”.
Una invitación clara y fuerte a seguir manteniendo viva la confianza en el Señor. Siempre. También cuando la vida se nos hace más difícil. Ciertamente la dificultad es el crisol de la fe.
Esther Bermejo
Segovia
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