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  • Foto del escritorEsclavas Carmelitas

Domingo XVI del Tiempo Ordinario, 19 de Julio

Actualizado: 19 jul 2020


“La paciencia todo lo alcanza” (Teresa de Jesús).

El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo.

Dios confía su palabra a nuestro campo´, su bondad a nuestro corazón. La oración es un atrevimiento, una oportunidad para nuestra vida. Es algo tan sencillo como sembrar la bondad de Dios en el corazón. Puede comenzar ahora mismo. Basta dejar entrar a Jesús en nuestro campo. Basta mirarle, hablar con él. Jesús llega contagiando vida y alegría. Jesús. ¡Qué alegría encontrarnos contigo!

¿De dónde sale la cizaña?

La oración nos enfrenta al desconcierto de vernos habitados por sentimientos y vivencias contrarios al evangelio de Jesús. Esta parábola nos describe: somos trigo y cizaña. ¿Qué hacer cuando no vemos pureza y verdad en nuestra vida? ¿Cómo dar cabida a tanta hermosura en tanta guerra? La cizaña de ver el mal en todas partes puede llevarnos a una huida pesimista o a posturas radicales y fundamentalistas, pero puede también invitarnos a confiar en nuestro Padre y a acogerlo como fuente de toda santidad. Dios sabe esperar, su paciencia es un regalo que todos necesitamos. En la era de tantos símbolos rotos, el Espíritu sigue abrazando a la humanidad con la vida y la alegría. Oh Dios, a quien adoramos, tú mantienes nuestra fe,  alientas nuestra esperanza, sigues dándonos razones para amar.

El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta.

¡Un pequeño grano de mostaza muestra cómo actúa Dios! Dios da valor a lo pequeño, ama y engrandece nuestra nada, esa que a nosotros nos molesta. En la oración ofrecemos nuestra pequeñez: ‘Aquí está mi vida’. Más allá de lo grandioso, del prestigio, del poder que avasalla, Jesús nos invita a vivir la fe de forma humilde y confiada. El reino está presente en las pequeñas cosas de cada día. Cuando hacemos eso poquito que está en nosotros, sembramos semillas de evangelio en el mundo. Bendito seas, Señor, que nos permites soñar tus sueños y vivir confiados.  

El reino de los cielos se parece a la levadura: una mujer la amasa y basta para que todo fermente.

La oración es un milagro de confianza. Con muy poquito por nuestra parte, Dios hace mucho. Sin saber cómo, en el silencio, su perfume llena de buen olor toda la casa, su levadura fermenta la masa de harina. Su proyecto humanizador transforma calladamente nuestra historia. Dios trabaja nuestro corazón en lo humilde y pequeño de cada día. Este puede ser un buen momento para encontrarnos con Dios; de forma inesperada y sorprendente puede fermentar nuestra vida. Con tu reino, Señor, la alegría va ganando espacio en nuestra interioridad. 

CIPECAR




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