Las dos parábolas narran el descubrimiento de algo tan valioso que los protagonistas no dudan ni un instante en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de quedarse con ello. Gracias a estas dos parábolas podemos entender que el Reino de los Cielos es comparable a las cosas más magníficas que podamos imaginar, y, por ello, debemos estar dispuestos a desprendernos de cuanto tenemos, y de correr cualquier riesgo para lograrlo. Porque alcanzándolo es cuando encontraremos la verdadera felicidad. Puede parecer que la decisión de los dos protagonistas de las parábolas es desproporcionada o muy arriesgada, pero su convicción de que les espera una recompensa mucho mayor les empuja a correr ese riesgo. Así, cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje que uno tiene, poner los cinco sentidos en ello y entregar todo lo que uno tiene por y para ello. Sin duda, el Reino de los Cielos es un tesoro.
Elena Gutierrez, Segovia
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