¡Ten compasión de mí, Señor, hijo de David!
¿Cuántas veces hemos pronunciado o escuchado estas palabras?
¿Con qué actitud pronunciamos o recibimos estas palabras cuando vienen de otros?
Una madre movida por el amor a su hija, se olvida de las diferencias, las disputas y de los problemas que puede traerla acercarse a Jesús, y teniendo presente su propia indignidad se olvida de todo y se acerca suplicando la curación de su hija.
Cuantas veces nuestra respuesta ante estas situaciones es la misma que la de los discípulos, solo nos interesa quitarnos una molestia de encima, en nuestras manos está poder dar solución a los problemas de los otros, pero lo único que nos termina moviendo ha dar respuesta a sus peticiones es la incomodidad que nos produce la insistencia de los que necesitan nuestra ayuda o incluso la molestia de tener que contemplar las miserias de nuestros hermanos.
Esa madre siendo consciente de su indignidad, insiste de manera inquebrantable y con la Fe puesta en Jesús, sabiendo que Él puede sanar a su hija y que no necesita “el pan que le da el Señor a sus hijos, con las migajas tiene suficiente para poder realizar el milagro”.
¿Nos acercamos a Jesús alguna vez con esa Fe?
¿Nos acercamos siendo conscientes de nuestra propia indignidad y sabiendo que no merecemos recibir su PAN?
Señor aumenta nuestra FE para que podamos acercarnos a Ti con humildad y sabiendo que tus MIGAJAS pueden sanarnos y darnos Vida.
Y sobre todo Señor, enséñanos a recibir con Amor las miserias de nuestros hermanos para que podamos ser instrumento de Tu Amor y sanar sus heridas.
“ qué grande es tu FE”
Isaías Rodríguez, Ávila
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