Finaliza el discurso del Pan de la Vida con una apelación directa a la gracia divina. Los discípulos reconocen que el mensaje de Jesús, entonces y ahora, es duro y difícil de seguir. Y en consecuencia, muchos dudan, como hacemos ahora muchos cristianos. Pero Él mismo nos da la solución: es el Padre quien, por medio de la gracia, permite que nos acerquemos a Él y a su mensaje. No son nuestros esfuerzos los que nos conducen a Él, sino que somos escogidos, igual que lo hizo con sus apóstoles (e incluso escogió al que le iba a traicionar y entregar a sus enemigos). Somos cristianos, hemos sido elegidos, somos unos afortunados. Hagamos, pues, honor a esta elección del Padre y esforcémonos por dar muestras de que somos dignos receptores de la gracia divina, que se derrama sobre nosotros libre y gratuitamente.
José Agustín García Álvaro
Segovia
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