COMENTARIO EVANGELIO DOMINGO 19 T.O.
La vida del cristiano no puede ser otra cosa sino un reflejo de la vida de su Señor; la palabra de un cristiano no puede ser otra sino la palabra de su Señor; las obras de un cristiano ni pueden ser otras sino las obras de su Señor, y su obra no ha sido otra sino un continuo darse, donarse, entregarse.
Porque mirando a Cristo, descubrimos eso, que nuestro Dios es un Dios que solo sabe donarse, regalarse, entregarse. Se dio a nuestros primeros padres por medio del aliento de vida, se dio al pueblo de Israel en el mana que bajó del cielo, en las bandadas de codornices y el agua que manó de la roca; se dio al profeta Elías en su marcha por el desierto en ese poco de pan y con la fuerza de aquel alimento llegó a su destino, y Dios se ha dado hasta el extremo enviándonos a su propio Hijo, el Pan vivo que ha bajado del cielo, ese Hijo que se ha dado del todo en la cruz y que se ha quedado para siempre en el pan de la Eucaristía para seguir partiéndose y repartiéndose, para seguir donándose.
Y ante tanto don y ante tanta generosidad nosotros, discípulos de Dios, no podemos permanecer impasibles; ante tanto don debemos responder. Y ¿cómo podemos responder?
A la luz del evangelio de este domingo podemos decir que en primer lugar, creyendo. Esta es la obra que Dios quiere, que creáis en el que él ha enviado, se nos decía el domingo pasado, creyendo que ÉL ES, que él es el Pan vivo que ha bajado del cielo. Creyendo en su palabra, que es siempre palabra de verdad. Creyendo que su camino es el único que salva. No caigamos, como aquellos judíos y como tantos hoy, en la crítica fácil y destructiva, nosotros fiémonos de Ese que hace obras grandes, que nos desbordan, que no comprendemos, pero que son para nuestro bien. Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo y de nuestra Iglesia es que nos falta fe. Pidámosla.
Ante tanto don podemos responder también viviendo de una forma nueva: renovaos en la mente y en el espíritu, vestidos de la nueva condición… desterrando de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Todo eso que ahora está a la orden del día en todos los ambientes, y que no hace más que destruir: destruir sociedades, destruir familias, destruir vidas. Frente a esto, nuestra respuesta, como la de san Pablo: sed buenos, sed comprensivos, perdonaos unos a otros…y si así lo hacemos ¡cuánto cambiará la cosa!
Y finalmente ante este Dios que se da debemos responder convirtiéndonos en donantes. Recibir el Pan de la vida, nos debe convertir necesariamente en donantes. Si nuestro Dios es un Dios que se da y si nosotros estamos llamados a ser imitadores de Dios no podemos hacer otra cosa sino darnos, regalarnos, entregarnos. Es decir, ser donantes. Al igual que hay donantes de sangre, igual que hay personas que donan sus bienes para causas justas, nosotros tenemos que ser donantes de lo que Dios nos ha dado: de su Hijo.
Que hoy seamos capaces de descubrir que somos discípulos, que estamos llamados a hacer lo mismo que ha hecho el Maestro: donarnos, donarnos sirviendo, donarnos curando, donarnos repartiendo el pan.
Fernando González
Navalosa (Ávila)
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