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Domingo XXIX del T.O., 20 de octubre

En este evangelio podemos ver cómo Jesús nos invita a dejar de mirarnos a nosotros mismos y darnos al servicio de los demás. Al igual que Jesús ayudó al hombre (“Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir”), nosotros debemos seguir sus pasos y ayudar al prójimo, tanto en lo material como en lo espiritual, en un servicio desinteresado y humilde, en el que no se busque el reconocimiento, sino darle gloria a Dios a través de él.

Darnos al servicio de los demás incluye una entrega total, una disposición a dar lo mejor de nosotros mismos, incluso si ello significa renunciar a nuestra comodidad o bienestar personal. Además esta entrega generosa es una manera de ensanchar tu corazón, de tal manera que dejas entrar a Jesús en él y hace que aumente tu capacidad de amar a los demás.

Este evangelio es un recordatorio de que el amor expresado a través del servicio humilde es el que nos ayuda a seguir a Jesús y a ser conscientes de que somos instrumentos de Dios para acercar su amor a los demás.

Así que, cuando alguien necesite ayuda sólo piensa qué haría Jesús, ¿miraría para otro lado? O ¿se entregaría al servicio del otro?


Ángela Gómez

Cuenca

 
 
 

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