El Evangelio de hoy puede parecer, a simple vista fácil y sencillo. Los fariseos preguntan y Jesús responde. Hasta aquí todo bien.
Pero no podemos quedarnos con este primer golpe de vista porque nos habremos perdido todo el mensaje y la enseñanza, ya que ni la pregunta es tan inocente como parece, ni la respuesta de Jesús es tan directa como ellos esperaban.
Los fariseos iban a “pillarlo”, a buscar un motivo para poderlo señalar “con legalidad” (por eso el más experto es quién se lanza a preguntar).
Pero Jesús, que conoce el corazón de cada persona, siempre tiene la respuesta adecuada (aunque no siempre es la que esperamos oír, la que más nos guste o la que más comprendamos… quizás, todos llevamos una parte de fariseos que nos cuesta aceptar).
“Amarás a tu Dios y amarás a tu prójimo…” Dos mandamientos tan estrechos que no pueden entenderse el uno sin el otro. ¿Cuánto amas a Dios? Lo que ames a tu prójimo. ¿Cuánto amas a tu prójimo? Lo que ames a Dios. Y en ambas partes el mismo verbo: AMAR
Pero sigamos profundizando. El segundo mandato encierra una comparativa: “Amarás a tu prójimo COMO A TI MISMO”. …Como a mí mismo… Pero ¿Cómo me quiero?
La respuesta no podemos buscarla en los cánones con los que la sociedad actual nos bombardea constantemente y nos hacen caer en el narcisismo o la soberbia… sino con todo el sentido trascendental de la acción ¿Cómo me quiero? ¿Me conozco? ¿Me acepto? ¿Soy consciente de mis debilidades y fortalezas? ¿Pido perdón? ¿Reconozco mis errores? ¿Cuáles son mis límites? ¿Qué me hace tambalear y caer? ¿Soy humilde de corazón? ¿Cómo acepto las críticas que me hacen para mejorar? ¿Me centro más en los defectos ajenos que en los míos propios? ¿Cuáles son mis miedos y mis dudas? ¿Cómo los enfrento? ¿Qué me ata y no me deja soltar lastre? ¿Cómo me comporto ante el dolor y el sufrimiento? ¿Tenemos la mirada puesta en Dios? ¿Con qué piedra tropiezo siempre en el camino? ¿Qué es aquello que me cuesta ver? ¿Me he descubierto en mi nada y en SU todo? ¿Dónde tengo puesto mi corazón? ¿Dónde y en quién tengo puesta mi esperanza?
Éstas y más preguntas sólo podremos responderlas con sinceridad en la oración, a la Luz de la Fe, a la Luz del que alumbra y da sentido a nuestra vida y a nuestra existencia…. Y a la luz de este conocimiento, podremos acercarnos con delicadeza a la vida de nuestros prójimos y quererlos como a nosotros mismos, sabiendo que también ellos, como yo, son profundamente e infinitamente, amados por Dios.
Y de nuevo, el verbo AMAR. Ahí está la clave.
Aurora Mª, Chauchina
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