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Foto del escritorEsclavas Carmelitas

Domingo XXXII del T.O. 10 de noviembre

Actualizado: 25 nov




Si nos fijamos en Jesucristo observamos: Por un lado es un gran observador y un gran detallista. "Lo ve todo"; "Se fija en todo". Pero lo que más nos llama la atención es contemplar su Santísima Humanidad: "Tiene un gran corazón"; "Se conmueve" y se "enternece" ante el óbolo de una pobre viuda. ¿Por qué? Porque ve su generosidad. Da de lo que le es necesario y, porque en su pequeñez, supone un gran sacrificio. A Jesús no le afecta la cantidad que se le ofrece, sino el afecto con que se le ofrece.


Nos podemos fijar también en esta pobre viuda. Como ya hemos dicho, dio todo lo que tenía. Lo dio con alegría y sin llamar la atención. El único que lo vio fue Jesús.


El gesto de esta mujer le produjo al Señor tanta "alegría" que enseguida sintió la necesidad de comunicarlo a sus discípulos.


Gracias a esta mujer todos podemos aprender a ser generosos con Dios y con los demás


A Dios hemos de ofrecerle lo que somos y lo que tenemos. Nuestra entrega ha de ser plena, sin condiciones. El corazón de Jesús se alegra cuando nos entregamos del todo. Esta entrega se realiza cada día ordinariamente en pequeños actos.


Él nos quiere felices también en esta vida; quienes le siguen con generosidad obtienen, ya aquí en la tierra, un gozo y una paz que superan con mucho las alegrías y consuelos humanos.


Nuestras ofrendas a Dios, muchas veces de tan poca importancia aparente, llegarán, sin duda, al Señor. Hagamos de nuestra vida una continua ofrenda en nuestro vivir cotidiano y seremos siempre felices.


Teresa Castillo Castillo

Cuenca


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