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  • Foto del escritorEsclavas Carmelitas

Domingo XXXIII del T.O. 15 de Noviembre

Actualizado: 15 nov 2020

Como cada domingo el Evangelio hace que volvamos nuestra mirada hacia lo importante, hacia Dios, nos va dando las claves para llevar una vida buena y más, en estos últimos domingos del Año Litúrgico, donde las lecturas y el Evangelio tienen un marcado carácter escatológico. El Señor va instruyendo a sus discípulos acerca del Reino de los Cielos. Hoy en la Parábola de los Talentos, podemos fijarnos en muchos detalles pues es una parábola rica en matices, pero vamos a fijarnos en dos aspectos: el primero de ellos, al comienzo de la parábola. Aparece el verbo recibir, este verbo hace que podamos comprender que es el Señor de la viña el que entrega todo a sus siervos: ellos no tienen nada, todo lo han recibido. El amo pone la confianza en sus siervos y otorga a cada uno aquello que puede manejar, no da más de aquello que puedan soportar. Cuando pensamos en los talentos solemos pensarlo como los dones que Dios nos reparte a cada uno, pero también podemos verlo como las oportunidades que se nos presentan para poner al servicio de los demás aquello que hemos recibido de Él y así dar fruto. De esta forma podemos ver cómo los dos primeros empleados son capaces de afrontar las tareas encomendadas y reciben su recompensa. Sin embargo el tercer siervo prefiere no hacerse responsable de su tarea y abandonarla ocultándola bajo la tierra. Unos actúan de manera responsable y el otro, por miedo, no cumple su misión.


Y ese es el segundo aspecto a resaltar la visión que tienen cada uno de los siervos de su amo. Los dos primeros saben que es un amo exigente, pero no les pide más de lo que pueden dar, con lo cual saben que es justo, sin embargo el tercer siervo lo mira con miedo y es ese miedo el que lo paraliza y le hace no poder mirar bien a su amor y lo aparta de él.


Con estas dos claves surgen muchas preguntas: Ante las responsabilidades, tareas, dones que se nos han dado, ¿cómo actuamos? ¿Y qué mirada tenemos nosotros del amo, es decir, de Dios? Pues pongámonos en la presencia del Señor y pidámosle un corazón atento para hacernos responsables de nuestra vida y la del otro que puede necesitarnos y que nos mueva el amor a Él para actuar con los demás.


Hna. Mª Luz, Chauchina




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