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  • Foto del escritorEsclavas Carmelitas

Oración Joven

CANTO DE EXPOSICIÓN

Tú mi raíz, mi fuente, mi Dios.

Arraigado en ti, Señor, con mis raíces en Ti,

como el árbol junto a las aguas, quiero vivir.

Arraigado en Ti, Señor, entregado a Ti,

como sal y luz en la tierra unido siempre a Ti.


TÚ MI RAÍZ, MI FUENTE DE AMOR.

TÚ MI CIMIENTO, MI ROCA, MI DIOS.

TÚ, MI SEÑOR. (2)


Edificado en Ti, Señor, yo confiaré.

Cada día Tú me sostienes firme en la fe.

Edificado en Ti, Señor, en las tormentas nada temeré.

Los fracasos y los problemas

No harán temblar mis pies.


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu (3)


Ven, Espíritu divino,

manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre;

don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo.


Ven, Espíritu (3)

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.


Entra hasta el fondo del alma,

divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre,

si Tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado,

cuando no envías tu aliento.


Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 1-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».

Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por Mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».

Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre».


PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

El Señor indica dos remedios para el turbamiento. El primero es: «Creed en mí» (v. 1). Puede parecer un consejo un poco teórico, abstracto. Sin embargo, Jesús quiere decirnos algo bastante preciso. Él sabe que, en la vida, la peor ansiedad, el turbamiento, viene de la sensación de no tener fuerzas, del sentirse solos y sin un punto de referencia ante lo que nos sucede. Esta angustia, en la que a la dificultad se le añade mayor dificultad, no la podemos superar solos. Necesitamos la ayuda de Jesús, y por esto Jesús nos pide que tengamos fe en Él; es decir, que no nos apoyemos en nosotros mismos sino en Él. Porque la liberación del turbamiento pasa por de la confianza. Encomendarse a Jesús, dar el “salto”. Y esta es la liberación de la angustia. Y Jesús ha resucitado y está vivo precisamente para estar siempre a nuestro lado. Ahora podemos decirle: “Jesús, creo que has resucitado y que me acompañas. Creo que me escuchas. Te traigo todo lo que me turba, mis problemas: tengo fe en Ti y me encomiendo a Ti”. Además, hay un segundo remedio para la angustia que Jesús expresa del siguiente modo: «En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; […] voy a prepararos un lugar» (v. 2). Esto es lo que hace Jesús por nosotros: nos ha reservado un lugar en el Cielo. Tomó nuestra humanidad sobre sí mismo para llevarla más allá de la muerte, a un nuevo lugar, al Cielo, para que allí donde está Él, estuviéramos también nosotros. Es la certeza que nos consuela: hay un lugar reservado para cada uno. Hay un lugar para mí también. Cada uno de nosotros puede decir: hay un lugar para mí. No vivimos sin meta ni destino. Se nos espera, somos preciosos. Dios está enamorado de nosotros, somos sus hijos. Y para nosotros ha preparado el lugar más digno y hermoso: el paraíso. No lo olvidemos: la morada que nos espera es el Paraíso. Aquí estamos de paso. Estamos hechos para el Cielo, para la vida eterna, para vivir para siempre. Para siempre: es algo que ni siquiera podemos imaginar ahora. Pero aún más bello es pensar que este para siempre será totalmente en el gozo, en la comunión plena con Dios y con los otros, sin más lágrimas, sin más rencores, sin divisiones ni angustias.


Silencio para dejar que Jesús rece en nosotros


CANTO

Fíate de Mí. Yo estaré contigo a tu lado siempre. Fíate.

Fíate de Mí. No tengas miedo. Fíate de Mí, de Mí, de Mí, de Mí fíate.


ORAMOS JUNTOS

Jesús, amigo, compañero de camino, Hijo del Padre. ¡Deseo tanto encontrarme contigo! ¡Sueño tanto que la Fuerza de tu Amor cambie mi vida y la vida del mundo! Que ME FÍO. Me fío y me aventuro a acoger con determinación el encargo, desafiante encargo, de SER TU TESTIGO. Y de anunciar, en los contextos secularizados y de pluralidad de creencias en los que me muevo, que tu Vida me sostiene. Que es tu Vida lo que me hacer creer, soñar y esperar. Ven conmigo, Jesús amigo, compañero del alma, Hijo del Padre.





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