Este segundo domingo de Adviento Juan nos predica la Palabra de Dios, como voz que grita en el desierto.
Nos pide que cambiemos nuestra manera de vivir, que busquemos obtener el perdón de nuestros pecados, que preparemos nuestro corazón para recibir a Jesús, que preparemos nuestra vida para ser pesebre y para ser hogar, que allanemos las montañas de nuestro egoísmo y nuestra pereza, que rellenemos los valles profundos de nuestra comodidad y apatía, que rebajemos las expectativas del “yo” y busquemos el bien del “tú”, enderezando nuestra manera de vivir por el camino llano del Amor.
No debemos conformarnos con la rutina de vivir otro Adviento, es urgente vivirlo en actitud de oración para llenarnos de la Esperanza del Jubileo, guiados por la Virgen Inmaculada.
“María, madre de Jesús y madre nuestra, libre de todo pecado, disponible siempre al proyecto de Dios, acompáñanos en nuestra conversión este Adviento, para llegar renovados y felices a contemplar a Jesús en el Misterio de la Navidad, amén”.
Esther Luengo
Cuenca
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