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Solemnidad de la Ascensión del Señor, 1 de Junio

  • Foto del escritor: Esclavas Carmelitas
    Esclavas Carmelitas
  • hace 2 horas
  • 2 Min. de lectura

Este pasaje del Evangelio según San Lucas, describe la última parte del ministerio de Jesús en la tierra antes de su ascensión al cielo. En él, Jesús instruye a sus discípulos sobre su misión futura y les promete el envío del Espíritu Santo para fortalecerlos en su fe.

Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. El dicho, muy acertado, nos acerca a la grandeza de la fiesta de este domingo (a la espera del Jueves de Corpus, que por estas tierras granaínas, se sigue celebrando en jueves). Las tres fiestas nos hablan de una carne que ha sido glorificada, del triunfo de nuestro Dios sobre la muerte. Y nos infunden mucha esperanza y alegría.

Jesús sube al cielo en cuerpo y alma en presencia de sus discípulos, sus amigos, los suyos… testigos directos de sus palabras y de sus hechos.  Pero no se va, se queda en medio de ellos, y de nosotros, de un modo distinto, nuevo… Y esto, que se queda como al final del Evangelio casi como una anécdota, es la pista definitiva para descubrir que, efectivamente, estamos hechos para la eternidad. Y que nuestra vida no tendrá sentido hasta que retornemos con el Padre, de donde hemos salido.

De hecho, los anuncios que Jesús había hecho a los discípulos sobre su muerte y la separación que iban a sufrir, les habían confundido siempre. Ahora que lo ven marchar, el Evangelio nos dice que “se postraron ante Él”, es decir, lo adoraron. Y, al volver a sus ocupaciones, su vida se convirtió en un canto de alegría y alabanza a Dios. ¡Habían comprendido todo! ¡Nuestro destino es vivir con los pies en la tierra y el corazón en el cielo, donde está el Tesoro, y la verdadera alegría!

Este domingo aviva la alegría. Tu carne, con todas sus heridas, ha sido salvada. Y Jesús que, por su misericordia, lleva tu nombre grabado en el corazón, ¡ha triunfado para siempre y te espera!

Señor, que aprenda a reconocerte en mi día a día, que sepa ver las gracias que derramas sobre mí y pueda compartir, como tus discípulos, esta alegría con los que me encuentro en el camino.

 

 Aurora Mª Delgado

Chauchina

 

 
 
 

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