Quizá en este día de la Inmaculada, día por antonomasia dedicado a María, podemos aprender de su ejemplo. Cuando el ángel se acerca a María, el texto nos dice que ésta se turba, de ahí que acto seguido las palabras de Gabriel sean “No temas”. Ante la palabra de Dios; esto es, ante Dios que nos habla, hay dos maneras de escuchar: la primera es la de la del gusto ante la palabra conocida, la que nos sabemos, que entendemos perfectamente, que es bonita e incluso nos encandila, pero que no suscita en nosotros ninguna sorpresa, y que, por tanto, nos deja en la misma situación en la que estábamos cuando la escuchamos; es la escucha de la indiferencia. La segunda forma de escuchar la podemos reconocer en María: ella se turba ante las palabras del ángel y se pregunta qué saludo es ese que trae el mensajero divino. María se desestabiliza, podría decirse que incluso no se encuentra a gusto, se cuestiona y cuestiona al ángel: “pero si no conozco varón”. Lejos de ser un desplante al Dios que le habla María hace patente que su escucha está abierta al diálogo, a la sorpresa que produce lo ajeno; es la escucha de la diferencia, la diferencia que nos señala que hay siempre otro delante que no soy yo.
A veces nos hemos acostumbrado demasiado a la palabra de Dios, y no nos dejamos sorprender por ella, traiga su mensaje la llamada a hacer cosas que nos alegran profundamente, traiga la llamada a obrar algo que nos supone un esfuerzo o coste alto. Quizá en este adviento, tiempo de conversión, es buen momento para aprender de María, de una escucha que discute el mensaje pero que al final es capaz de aceptarlo, una escucha de lo diferente, que acaba confiando en la presencia constante del Espíritu Santo que acompaña al hombre para poder llevar esa palabra a su realización.
Rafa Sánchez Andreu, seminarista de Avila
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