Solemnidad de la Santísima Trinidad, 15 de junio
- Esclavas Carmelitas
- hace 15 minutos
- 2 Min. de lectura

El Evangelio de este domingo (Juan 16,12‑15) nos presenta una escena íntima en la que Jesús, antes de partir, habla con ternura a sus discípulos:
“Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no pueden sobrellevarlas… Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará hasta la verdad plena”.
Estas palabras nos recuerdan algo muy humano: no podemos entenderlo todo de golpe. Incluso los discípulos, tan cercanos a Jesús, necesitaban tiempo y compañía para comprender. Y esa compañía es nada menos que el Espíritu Santo, enviado para guiarnos a la verdad plena. Aquí se empieza a asomar el misterio de la Santísima Trinidad, no como una teoría lejana, sino como una relación viva y activa entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, que se hace cercana a nuestra experiencia.

En muchas ocasiones, intentamos explicar el misterio de la Trinidad como si fuera un rompecabezas divino. Pero más allá de su complejidad teológica, la Trinidad es un modelo de comunión. Es una familia de amor donde nadie está solo, donde cada uno vive en función del otro, en un dinamismo de entrega constante. El Padre crea, el Hijo salva, el Espíritu guía y anima. No son funciones separadas, sino expresiones distintas del mismo amor que quiere incluirnos en su círculo.

Personalmente, esta fiesta me interpela profundamente. Me recuerda que el amor no se guarda para uno mismo, se comparte. Y eso es lo que Dios hace con nosotros: nos invita a participar de su intimidad, a vivir como hermanos, a dejar de lado la competencia, la autosuficiencia o la soledad espiritual. La Trinidad me inspira a mirar más allá de mis límites, a reconocer que no camino solo, y que incluso cuando no entiendo todo, el Espíritu Santo me guía suavemente, como un faro silencioso en medio de la niebla.
Entonces, ¿cómo llevar esta reflexión a lo concreto?
● Tómate un momento hoy para respirar y estar en silencio. No necesitas decir mucho. Sólo di: “Aquí estoy, Espíritu Santo, guíame”.
● Pregúntate honestamente:
○ ¿Vivo mi fe como una relación viva con Dios o como un concepto que repito sin sentir?
○ ¿Me dejo guiar o lo quiero controlar todo?
○ ¿Estoy creando comunión en mi entorno o alimentando divisiones?
La Trinidad no nos pide entenderla del todo, sino acogerla en la vida real, imitando su ejemplo: vivir en comunión, escuchando con amor, sirviendo con humildad y dejando que Dios actúe también a través de nuestras pequeñas acciones.
Que este domingo no sea solo una celebración litúrgica más, sino una invitación a abrir nuestro corazón a esa Presencia trinitaria que quiere hacer de nuestra vida una obra de amor compartido.
Y tú, que estás leyendo esto:
No te conformes solo con lo que lees. Pregúntate. Escucha. Camina. Que la Trinidad no sea un misterio que observas desde fuera, sino un hogar en el que vives desde dentro.
¡Feliz domingo! 🕊️💖
Sonsoles Vallejo
Avila
Comments