Hoy Jesús se acerca donde están las personas que esperaban convertirse y ser mejores con el bautismo de Juan. Busca a las personas perdidas, se solidariza con los que se sienten pecadores y se pone junto a ellos. Su vocación siempre es servir a lo humano, lo débil, y para ello lo primero que hace es ir donde sabe que les va a encontrar, ponerse a su lado y vivir lo que ellos viven. Y es ahí y con ellos, donde se abre el cielo, se junta lo divino y lo humano y se posa sobre él el Espíritu de Dios.
Con el bautismo de Jesús redescubrimos nuestro bautismo. Así como Jesús es el Hijo amado del Padre, también nosotros sabemos que somos hijos amados de Dios. Siendo hijos de Dios, desde nuestro bautismo se nos ha dado la capacidad para poder amar, querer, sentir, ser justos… porque somos hijos del Padre y se nos encarga la misma misión de Jesús, teniéndole a él como modelo en nuestra vida diaria.
“¿Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?” Necesitamos el encuentro constante y permanente con Jesús, aunque a veces tenga que ser él quien se acerque a nosotros y ese encuentro inesperado nos haga despertar y nos ayude a volver a ponernos en camino… A optar por la interioridad para descubrir lo que Dios ha puesto en nuestra vida, en nuestro corazón, y no olvidar que, desde nuestro bautismo, somos Hijos de Dios y nuestra misión cristiana es imitar a Jesús.
Sandra Bravo, Segovia
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