Tercera jornada. De la ciudad de Naím a los campos de Samaria
Nos ponemos en presencia de los Peregrinos sagrados, José y María, que lleva en su seno a Jesús, y después de un momento de silencio, hacemos la siguiente oración:
Jesús, Verbo encarnado en las entrañas de María Santísima; el amor que me tienes te hizo bajar del cielo a la tierra hasta ponerte en un establo. ¡Cuánto siento haberte cerrado en la cara las puertas de mi corazón! Cada vez que he sido sordo a tus llamadas, cada vez que olvido que viniste a buscarme como a la oveja perdida con tanto trabajo para llevarme a tu gloria. Rompe los cerrojos de mi ingrato corazón. Si buscas pesebre donde reclinar la cabeza, pesebre es mi corazón; consume con el fuego de tu amor hasta las pajas de las imperfecciones, aparta de mí las bestias de mis culpas. Y ya que vienes a buscar a los pecadores, y yo soy el mayor de todos, confío en tu misericordia que me perdonará y confío en que me darás gracia para poder servirte y amarte hasta el final de mi vida. Amén.
Consideración para el día tercero
En la tercera jornada hasta los campos de Samaria, donde saldrán al encuentro de Jesús los diez leprosos cuando el Niño crezca, consideramos cómo siendo mucha la gente que cruzaba aquel camino para cumplir con el edicto del César, al ver a nuestros Peregrinos con tan suma pobreza, unos les trataban con poca consideración, otros les apartaban como a gente humilde y despreciable, sin tener dónde alojarse. ¿Qué sentiría San José al tener que quedarse en descampado sin poder aliviar las dificultades de la más tierna Madre? Date cuenta de la cantidad de veces que no pones atención, cuidado, ternura, en la acogida de Jesús y de María. Sal al encuentro del Niño para que te sane como a los leprosos, manifestándole tus llagas, ya que Él viene a curar la lepra de todo el linaje humano.
Ave María.
Oración a María
María Inmaculada, hermosa rosa de Jericó, fuente clarísima donde se represan las aguas vivas para regar el jardín hermoso de la santa Iglesia; con la mayor reverencia y devoción que puedo, adoro al Verbo encarnado en tus entrañas, y te suplico que ante estos maltratos del camino, como rezabas por todos aquellos que te despreciaban, pide también a Jesús por mí. Os ofrezco mi humilde posada, y la lepra de mi corazón para ser curada. Amén.
Oración a José José, santo Patriarca, guía y descanso de la que es Reina de los cielos, que llegando a los campos de Samaria en su compañía le ofrecías cuanto tenías: capa, alimentos, consuelo, seguridad; yo te suplico por los trabajos de esta jornada me alcances que el divino Niño sane las dolencias de mi alma, encaminando mis pasos por el camino real de su mandamientos, hasta llegar al Belén de la Gloria. Amén.
Finalmente ofrecemos nuestro corazón como posada repitiendo: Jesús, José, María, os ofrezco por posada mi alma y mi corazón. En este día, puedes dar de comer a un pobre, ofrecer una limosna, una misa o un Rosario, en consideración a lo que José, María y el Niño sufrieron en esta jornada.
Comments